El regreso de Rafa Nadal
Mis amigos saben que Rafa Nadal es mi perdición. Desde hace tiempo es una “droga” que me gusta consumir con toda la frecuencia que me dejan sus torneos “por lo largo y ancho del mundo”, porque -sin pretenderlo- me hace crecer como persona ,me anima a ser más fuerte, a superarme en los momentos delicados. Verle jugar es un chute de vitalidad. Comprobar que, al igual que los toros bravos se crece ante la adversidad, es una lección de vida..
Tal es su modestia, su natural manera de entender que todo esto puede ser transitorio, que le cuesta admitir que estar en la cima es una proeza. Lo asume como algo natural, que no es más que el resultado del esfuerzo, la constancia, el sacrificio y, a veces, una bocanada de suerte.
No tengo la menor duda de que Nadal es un héroe de nuestro tiempo. Mucho empeño tendrá que poner el destino para que haya otro como él. Camino de los veintisiete años, su espíritu de superación debería enseñarse en los colegios como ejemplo de vida. La última hazaña del mallorquín ha sido conseguir su Master 1000, número 22, en Indian Wells (USA). Y lo ha hecho ante un público que entregado pero exigente, que le admira pero que no le pasa ni una, que le exige en la medida de su grandeza. El responde siempre a los eventuales desaires con discreción, cierta timidez, comentarios acertados y un tenis digno de los elegidos. El Olimpo tiene un nuevo dios, es español y, además, de los que cotizan en nuestro país. Hasta en eso es diferente
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